NO AÑORO...

No añoro los días de guardia. Es más, me dan por el culo. Y me entra una pereza universal y casi volátil e innombrable. Porque habría que ir entendiendo (digo yo) que yo voy avanzando y a pasos de gigante, hacia la decrepitud casi total casi absoluta y que voy oliendo más a muerto que a vivo.

 Que me caen trozos de mi cuerpo,
 que cada día tengo un nuevo dolor en mi bolsillo,
que si me quejo es porque me duele
y si me duele no es porque sí
y es porque algo más se está pudriendo dentro de mi...

 Los días de guardia se los regalo para quién los quiera y sus noches de puta tortura no se las deseo ni a mi peor enemigo. Bueno, seamos sensatos y valoremos todo en su grado más exacto: me cago en los días de guardia y en toda su parentela resacosa de duerme vela y de ésta vez os aseguro que acertaré con mi cagada en la diana del puto muñeco que me tocó en la feria. Como para después, limpiarme el culo con él y dejarlo como herencia al bien de la comunidad de vecinos o de ésta calle tan hermosa en donde vivo y sueño y para ello pido un puto monumento donde se represente al pueblo pescando.

 Como en éste pueblo en donde vivo y que se dice que su puerto (precioso puerto por todas sus esquinas) representa a un pueblo pesquero. Y ¿cuantos pescan de verdad en éste pueblo?...pues os lo digo yo...dos o tres barcas y el resto de barcas y de barcos, están para salir bien en la postal y para hacernos creer que algo tiene sentido en éste mundo de mierda. Pero los guiris tragan y porque en realidad nos gusta pensar que vivimos en el cuento que nos han contado. Como ese niño que ahora está llorando por la calle y que parece todo desconsolado y en realidad, todo es una pamplina como la plaza de mina (ésta frase, se decía en mis tierras gaditanas). Bonita y preciosa la plaza de mina, salvo los domingos y después de un puto botellón de mierda y porque aparecía toda llena y hasta la bandera, de plásticos asquerosos y trozos de vidrio rotos. Y a eso, le llamaba un botellón en condiciones y yo le llamo...vergüenza ajena y porque la última vez que vi la plaza de Mina en esas condiciones, se me cayó el alma al suelo y junto con mis dos cojones y resulta que al final, crecieron mejillones. Que guarrada de mierda. Y digo yo, uno no se puede sentir orgulloso de semejante montón de mierda acumulado en una sola noche...

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JULIO CORTÁZAR