La quietud total me asusta.
La fugacidad merodea a mi alrededor
como un satélite estropeado.
Lo cotidiano me encanta
porque nunca es igual que ayer
ni será igual que pasado.
El día parece que amanece por el mismo sitio,
pero es mentira,
hay un mínimo desplazamiento sesgado y lateral,
que nos indica
hacia donde se abre la cremallera del cielo,
y ese movimiento se repite una y otra vez,
pero nunca serán igual el uno y el otro,
nunca lo fueron
ni lo volverán a ser.

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