Me dieron dientes para comer.
Me dieron aire para respirar.
Me dieron dedos para tocar y alucinar.
Me dieron tesón y por tanto insistir en lo de siempre.
Me dieron miedo por mi existencia.
Y me dieron ganas de pedir perdón
por escribir y hasta por respirar.
Pero uno existe
porque le crecen las uñas y el pelo
y la garganta se le hace más amplia
y la voz se le hace más grave
y menos cuidadosa.
Mientras los sentimientos
se devoran las entrañas
y los recuerdos de nuestros encuentros
se hacen parásitos intestinales.
Al final queda poco
queda una fisura resquebrajada
y una buena úlcera en la boca del estómago
y un alma herida que se recupera in situ
y porque no le queda otro remedio.
Al final somos producto de nuestra resistencia,
luchamos y no nos doblegamos
y seguimos el reguero de nuestra propia historia
y hay hilos que nos unen a otras personas
y hay cuentos que parecen otras historias.
Que en general
no nos merecemos...

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