Recuerdo aquél sendero,
era de arena, tierra, piedra
y aire mezclado con nubes de polvo en suspensión.
Estaba esculpido con el tesón de las pisadas,
tortuoso como un río sinuoso,
árido y atrevido,
arácnido,
y en tramos,
sólo sostenido por el viento
que lo incrustaba con fuerza en la pared rocosa.
Lo recuerdo
espléndido y amable,
a veces,
rocoso y duro
y de espina pétrea
y piel coriácea.
Tremendo con bajada de vértigo
y a veces,
trepador de lo imposible.
Me gustaba
porque lo tenía todo
y por el paisaje de su alrededor.

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