Tú cara podía ser la mía,
pero no señor,
tú cara es diferente...
La tuya tiene brillo,
y la mía en cambio
es cérea como una vela.
Mi cara es triste, a veces,
y en otras,
galopa sobre caballos con lenguas de fuego.
A veces es dura como un diamante en bruto
y es opaca cuando la vida, se nubla.
Y se convierte en risueña cuando las hadas
le hacen cosquillas.
Mi cara es tierna en los atardeceres,
y es grotesca cuando desaparece la luna.
Mi cara es liviana cuando el viento la acompaña,
y es húmeda cuando todo se la suda.
Es mi cara,
es mi cara y no la tuya,
mi cara verdadera,
sin máscaras, ni adictivos,
sin ornamentos, ni purpurina.
Mi cara está llena de surcos y arañazos,
mi cara está envejecida
y a veces, parece un pergamino
todo descamado y todo agrietado.
Pero mi cara es mía,
y yo la reivindico,
con todas las consecuencias...
repito...¡la reivindico!,
La quiero con sus heridas de balas,
y con sus bolsas de ojeras amarillentas,
y con sus cicatrices de mil batallas perdidas
aunque todo hay que decirlo
también hubo grandes victorias.
Y es que al fin y al cabo
mi cara lo dice todo.

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