No me voy a declarar autodidacta,
porque nadie lo es.
Sé es en parte
y además,
habría que demostrarlo.
Pero yo carezco de pruebas
de mi auténtica autosuficiencia.
Puedo poner como testigos
a la palabra y al verso
y a mis ganas,
que han sido olas gigantes
y a mis tardes
que fueron la antesala de mi paraíso.
Yo si tuviera un gran sueño
tendría que ser en una tarde
y a poder ser:
que lloviera un poco o un mucho,
que el viento silbara
y que las hojas volaran como aviones plateados
por encima de los tejados.

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