Me gustaría que lloviera sobre mojado.
Me gustaría sobre todo
que una gota cayera sobre la otra,
y que nunca dejara de llover gotas.
Me gustaría
que mi calle fuera un río desbordado
y yo en una orilla
y tú en la de enfrente,
mirándonos de frente y en la distancia corta,
sabiendo que tú no podrás cruzar el río
y que yo... tampoco,
sabiendo que extenderé mis dedos
y que por mucho que nos estiremos
nunca llegaremos.
Es dura nuestra existencia de orilla,
no hay barcos que crucen el río,
ni hay puentes que nos puedan acercar.
Lo nuestro es el vacío de la penumbra
y el mirarnos el uno al otro
y siempre a esa corta distancia.
Y si por mi orilla nace el día
en la tuya se hace la noche
y ahí está
el porqué de nuestra existencia,
y cuando el sol agacha su cabeza
tú apagas la luz de tu mesilla
y entonces, lo único que nos queda
es escuchar el río y su serena y entrañable tristeza.

No hay comentarios:
Publicar un comentario