Cuando tengo miedo, lo sé,
me convierto en papel de fumar,
fino y apesadumbrado
y mi corazón, tan bravo a veces,
deja de brotar como el loco que antes, era.
Entonces...ahora...
se amolda, se acomoda,
se hace blando y tangible
y pierde su estigma y su fe ciega.
Late y por así decirlo,
como el sonido hueco del vacío,
y de él,
no emana sangre roja y lúcida
ni siquiera,
alimenta las ganas de querer
que uno quiere tener.
Se queda seco y estéril,
dulcemente deprimido y anestesiado,
oye pero no escucha,
habla pero no dice nada
y late pero su tambor ahora,
es de hojalata.

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