¿Quién no se acuerda de dónde estaba cuando se enteró del ataque a las Torres Gemelas de Nueva York? Aquel 11 de Septiembre de 2oo1 el Mundo entero veía en directo por televisión una de las mayores salvajadas que Occidente recuerda. Dos aviones fueron estrellados contra estos edificios emblemáticos de la ciudad, casi 3.000 personas murieron y más de 6.000 resultados heridas.
La versión oficial la sabemos todos. Pero resulta cuanto menos sorprendente, entre otras cosas, que habiendo casi 15.000 personas en los edificios, a las pocas horas de que se derrumbaran ambas Torres, con los escombros todavía echando humo, encontraran el pasaporte intacto de un tal Mohamed Atta. El joven egipcio supongo que entre sus sellos de Alemania, Siria, Estados Unidos, Chechenia, España, Afganistán… en alguna página (y esto es cosecha propia) dejó escrito “Lo pilotaba yo”, porque prácticamente al día siguiente su cara ya ocupaba las portadas de los periódicos. “La cara del odio”. La cara de uno de los responsables. (Lo de encontrar los pasaportes de los atacantes en el lugar de los hechos es curiosamente habitual. Pasó en los atentados de París, en los de Barcelona, en los de Londres...)
Días después de los ataques, el Gobierno de George W. Bush no sólo confirmaba la versión oficial de que aquello había sido idea de Al-Qaeda (ese monstruo que ellos mismos crearon en los años 80 en suelo afgano), sino que ya tenía el nombre y apellidos de los 19 autores materiales, ya señalaba al saudí Osama Bin Laden como autor intelectual, ya le había pedido a los talibanes que gobernaban Afganistán en ese momento que le entregaran a su viejo amigo y aliado, ya le habían dicho éstos que no iban a hacerlo (es que les piden unas cosas también que…) y ya estaban las tropas estadounidenses invadiendo el país asiático bajo la premisa de “librar una guerra contra el terrorismo”, liberar al Mundo y a los afganos de las garras de aquellos criminales y “transformar el país en una vibrante democracia”. No habían pasado 4 semanas y ya había empezado la invasión estadounidense.
Ý tú te preguntarás, ¿y al Gobierno de Estados Unidos qué le importa lo que les pase a los afganos? Pues más o menos lo mismo que lo que les pase a los iraquíes. Pero Afganistán, aunque parezca (porque lo es) una cuna de sufrimiento, penurias y miseria, ahí donde lo ves, tiene mucho donde rascar…

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