Dejemos que la vida se adorne
y se cubra con un negro manto de seda húmeda.
Dejemos que se explaye, que se extienda,
que toque el horizonte con sus dedos de terciopelo.
Dejemos que cree...
que nos ofrezca su parte más amable y afectiva
y por supuesto,
y se cubra con un negro manto de seda húmeda.
Dejemos que se explaye, que se extienda,
que toque el horizonte con sus dedos de terciopelo.
Dejemos que cree...
que nos ofrezca su parte más amable y afectiva
y por supuesto,
que nos regale su parte más humana,
que deje de lado la violencia, las guerras,
las armas, los suicidios, los genocidios,
las torturas y suplicios...
Que por el medio corra el aire,
que no de un paso atrás,
que grite y se reivindique,
que aúlle en las noches de solsticio,
que se mire en el espejo y se diga:
que deje de lado la violencia, las guerras,
las armas, los suicidios, los genocidios,
las torturas y suplicios...
Que por el medio corra el aire,
que no de un paso atrás,
que grite y se reivindique,
que aúlle en las noches de solsticio,
que se mire en el espejo y se diga:
¡estoy envejeciendo!
Y cada surco en la piel sería una muesca de otro acontecimiento,
y cada arruga sería la belleza de lo viejo y añejo
y cada deformidad esculpida por los años,
sería un canto a la vida
y todo un canto a lo vivido
y un homenaje a lo que nos queda por vivir.
y cada arruga sería la belleza de lo viejo y añejo
y cada deformidad esculpida por los años,
sería un canto a la vida
y todo un canto a lo vivido
y un homenaje a lo que nos queda por vivir.

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