LAS HERRAMIENTAS

 



Tengo recursos, pero me faltan las herramientas. Herramientas, esa palabra tan de moda. Me faltan herramientas para currar, pero también me faltan para currarme. Para currarme por dentro, se entiende. Me acuerdo de las charlas de psiquiatra y donde se planteaban los temas más diversos. Pues éramos como 10 pirados y cada uno con su propia película. Unos privando alcohol de 90 º y otros dándole al pastilleo y a la vena y todo bien salpicado de depresiones y patologías duales (otra palabra de moda; dual).
Pues aquello era Corea o era parecido y como todos estábamos tocados del coco, cada uno arrimaba el ascua a su hoguera. Y ya sabemos que los piraos tendemos a solo ver nuestro ombligo. Y cuando los temas ya no tenían salida y aquello era una comida de locos, pues siempre salía el tema de las Herramientas. Nos decían que ya teníamos claro lo que queríamos (cosa más que incierta) y que teníamos que imponer un método en nuestras vidas. Un orden en el día a día.
Para ello se elaboraban largas listas de pequeñas cosas. Me levanto temprano y eso me satisface. Desayuno bien y eso me llena. Hago unos cuantos recados y eso me deja contento. En fin, se apuntaba hasta cuando tenías que ir a cagar. Y esas eran las putas Herramientas. Bueno y al final del día, hacer balance  de tus actividades. También se metían por el medio, los hábitos saludables. Debes comer bien, debes hacerlo 5 veces al día, debes hacer ejercicio y debes dormir bien.
Hábitos saludables en un cerebro espachurrado, desestructurado y medio podrido por las drogas. Pero es lo de siempre, cuando no se tiene pajolera idea de lo que pasa dentro de tu cabeza, se tiende un puente con las Herramientas. Y vamos a ver, si yo estaba pirado y enloquecido, para que quería trabajarme en el día a día. Pero bueno, es el consuelo que nos quedaba, ser  borregos disciplinados que por lo menos, cumplirían con las normas sociales. Vamos, para  ir tirando y sin dar el cante. Pero la verdad es que a todos los locos algo nos unía, quizá un hilo invisible que unía nuestros delirios o nuestras paranoias. ¿Quién sabe?.

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JULIO CORTÁZAR