De repente saltaron todas mis alarmas,
me sentí amenazado, agredido,
invadido
y como si todo lo que dijera no fuera por voluntad propia.
Como si fuera un puto maniquí
o un muñeco de trapo carente de opinión
y yo seguía insistiendo,
que no, te digo que no,
que hubo un tiempo y no hace mucho, en que sí
pero ahora, es no.
Y nada...que tenía que ser que sí,
que no podía ser,
que uno no podía cambiar de un día para otro
que eso es imposible,
que lo de ayer es lo válido
y lo de hoy, es un lapsus.
Pues con todo el dolor de mis tripas
va a ser...que no
y no es no y eso no hay quién lo cambie.
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