24 de febrero y sábado. Sábado y de lo que antiguamente para mí eran los sábados, me acuerdo muy poco. Para mí los sábados en general, fueron días memorables, casi sagrados y en cambio, en otra época de mi vida, fueron más bien ruinosos o resacosos y medio muerto me arrastraba por los suelos de la casa y el resto del día lo pasaba tirado en la cama y casi sin poder mover ni una pertaña y por las naúseas y el fuerte dolor de cabeza, que se me hacía insoportable. Mis sábados buenos, que fueron la mayoría, eran espléndidos y como eran espléndidos el sábado bueno solía comenzar por la mañana temprano y puede que se acabara al llegar la noche (hasta ahí eran los buenos y justo hasta ahí) o puede que al llegar madrugada, pero de madrugada, ese maravilloso sábado iba decayendo en su valoración a cada hora que pasaba. Normalmente aguantaba hasta que la luz del día me diera en plena cara, pero mi estado a esas horas era penoso y por la borrachera que llevaba y ahí es cuando me daba cuenta de que el domingo iba a ser resacoso y asqueroso. En fin, quiero decir que cuando salía el viernes de noche, el sábado era de mis peores días y cuando salía el sábado, el domigo era una puta tortura. La noche y mis grandes esperanzas de encontrarme en la noche con una persona o con un acontecimiento, que me hiciera cambiar de vida.Cuando la noche es la noche y no hay mucho más.
Casi nunca en mi puñeteras vida conseguí algo importante de la noche. Lo mío (el encontrarme algo interesante) era de día o de mañana o tarde, pero yo de aquellas seguía empeñado en que tenía que ser de noche. Y de noche todos los gatos son pardos y las borracheras nocturnas acababan casi siempre igual, una fuerte resaca que daba pena. Trato de recordar alguna noche alucinante y las que recuerdo no pasan de 5. Pero uno, que es débil y que siempre le gustó el poder que tiene la carne, iba con mi preciosa borrachera, queriendo hablar de algo interesante o decir algo simpático y de mi boca, solo salían balbuceos. De esas 5 noches, me quedo con las 5 y porque fueron maravillosas. De esas noches en que ves madrugar junto a una ventana o sentado en algún muelle de alguna parte. Los muelles siempre fueron mi gran debilidad humana y si a eso le sumaba una luz de luna pletórica y un rostro más que precioso, pues sinceramente...no os puedo decir más.
La media venía a ser de cada 20 noches 1 era buena y 19 eran patéticas. La media es contundente y evidente. Pero aún así y todo, me aferraba a esa única vez de cada 20, en que fuí feliz como una perdiz. Yo creo que en ésta vida que me tocó vivir, mi memoria selectiva siempre me ayudó a seguir para delante y mi moral positiva, también tuvo su aquél. 19 noches tachadas del mapa y una sola y puta noche, en que fuí feliz, está grabada a fuego lento dentro de mi memoria. Uno si sabe o aprende a olvidar lo que más daño le hizo, disfrutará del presente como si no hubiera un futuro.
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