Mi hijo salió al patio
pala en mano,
y cavó un pozo en el rincón
En la tierra
aún húmeda de lluvias,
las lombrices huían,
suaves, ciegas,
hasta alguna hondura más propicia.
Mis hijas acercaron la ramita
que es mi cerezo hoy,
y la dejaron
en el hueco.
Yo volví hacia la casa a buscar agua,
y giré
para verlos inclinados
hacia el árbol tan frágil, tan pequeño,
los cuatro
con las manos sucias
de tierra. Ataron
el tronco breve a los tutores
con telas de algodón,
y sonrieron,
como cuando eran chiquitos
y cada ritual era una fiesta.
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