DANAS Y TSUNAMIS

Hoy es miércoles y día 4 de septiembre y la verdad, es que no me acuerdo de haber empezado el mes de septiembre de esta manera tan mala. Estoy jodido con el puto Covid de los cojones, que me fue contagiado el día 2 y en la única guaride que he tenido éste mes. Además de burro apaleado, como se decía antiguamente cuando te la metían doblada y sin vaselina. Pues eso que curro 24 horas en la guardia (además me metieron caña a destajo) y los días siguientes que debían enteramente disfrutados por mis carnes, me los estoy pasando de rechupete, metido en casa con fiebre, con un inmenso dolor de cabeza, inapetente, displicente, anodino y a veces, con escalofríos o sea que en definitiva, me lo estoy pasando divino. Como jode el tema y seguro que me pondré bien para la siguiente guardia. Sé, que hay otras cosas en el mundo que no sean mis guardias y mis males, pero eso no quita que de vez en cuando tenga que desfogarme y así cagarme en todos mis muertos. Mis pobres antepasados, que culpa tendrán ellos de que yo me sienta un engendro atiborrado de medicamentos. Mis sentimientos se sienten pobres, les falta brillo y ahora están y por casualidad estaba viendo una foto de Islandia del año pasado y observaba la bruma grisácea del cielo y yo enfindado en un chaquetón oscuro y negro, encogido de hombros, con un frío de mil pares de cojones y allí me ví reflejado en como me siento ahora (menos en el frío, claro). La complejidad de la vida, yo aterido de frío en ese paisaje lunático y congelado y al fondo un geiser dando la nota con toda se efervescencia. Y entonces, pensé que siempre cabe la esperanza, no sé de que el día cambie, de que suene la flauta o de que te toque la lotería (esto último no me lo creo).

Hoy tengo muy difícil de que se puedan cambiar las cosas. Mi cabeza parece un cencerro descontrolado, mis sensaciones son penosas y lastimeras y mi malestar general se ha subido a lomos de un caballo y ahora cabalga libremente por las praderas de mi vida. La vida te da estas cosas, te da una de cal y otra de arena o te regala un dís espléndido y al día siguiente te encuentras en plena catástrofe. Ayer pasó por aquí una Dana de esas, que duró 10 minutos y dejó todo empapapado y alborotado. Pero pasó de largo y soltó algún rayo que otro. Como diría mi hijo pequeño, Papá pasó un tsunami. Que no hijo, que un tsunami es otra cosa, pero el te mira nada convencido de lo que le estás diciendo y estoy seguro de que está pensando, Dana es para tí y para mí es un tsunami. Antes se les llamaba fuertes temporales o galernas o ciclones y así y hasta que vino un iluminado y dijo que a partir de ahora, se llamarían Danas.



















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