De tanto rozar el cielo
me duelen los dedos,
sus puntas, sus yemas, sus uñas,
y hasta la falanges que sostienen su estructura
y bajando la vista y mirando hacia el suelo
tengo que reconocer
que cuando estoy arriba
no quiero bajar
y por eso me agarro a lo que sea,
sea un nube que se ha quedado varada en una playa,
sea una cuerda que cae del cielo
sea un instante de luz alucinante
sea un paseo por un sendero que se viste de azul cielo,
sea una quimera con traje y sombrero
sea un pájaro con pinta de ángel
o quizá todo esto que digo
sea parte de un hermoso sueño
y por eso y cuando me despierto
casi siempre tengo los pies en el suelo.

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