Juan José Millas "Invulnerables"


Los últimos audios de Koldo (o los penúltimos, dado que nos los sirven por entregas) completan el retrato de una personalidad brutal, en la que no se aprecia ni una sola hebra de cultura humanística ni de cultura a secas. Es un homínido capaz de articular frases de milagro. Se entiende lo que dice, en fin, pero, en el recuerdo, sus oraciones gramaticales se convierten en meros berridos de macho dominante salido de lo más profundo de la selva moral en las que vivimos instalados. Asombra que este individuo, junto a su mentor y amigo Ábalos, pasara inadvertido en el medio supuestamente progresista en el que actuaba. Si una mañana, en tu garaje, en vez del coche, encuentras una cabra, lo normal es que te sobresaltes. La gente del PSOE no solo no se sobresaltó, sino que se puso a conducir la cabra como si fuera un Seat Toledo.
La versión anglosajona de Koldo es sin duda Donald Trump. Revisen su fraseología acerca del dinero y de las mujeres, por citar solo dos asuntos nucleares, y comprobarán que son hermanos gemelos, solo que uno no sabe español y el otro no sabe inglés (adivinen quién es cada cual). Ahora revisiten mentalmente la escena en la que Ursula von der Leyen, actual presidenta de la Comisión Europea, se inclina servilmente ante Trump. ¿Lo tienen? Pues cambien a Trump por Koldo. Las autoridades europeas han negociado los aranceles, o lo que quieran que hayan negociado, con una versión USA de nuestro compatriota. El mundo está controlado por una red de koldos que dicen a las mujeres: “Mira que sois putas”.
El mundo se ha instalado en una irracionalidad inconcebible. Netanyahu, sin ir más lejos, es otra versión, la israelí, de nuestro Koldo, que parece, por el tamaño, el molde del que han ido saliendo, como en serie, ese ejército de sujetos siniestros con cuyos nombres nos desayunamos cada día. La diferencia entre el original y las copias es que el original logró permanecer un tiempo oculto entre los pliegues del gobierno de Sánchez, mientras que los otros vienen actuando a la luz del día desde su nacimiento. No solo no se esconden, sino que gozan de una protección que los hace prácticamente invulnerables. ¡Ay!

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JULIO CORTÁZAR