Hoy volviendo hacia mi casa y después de una comida más que sudada, pero ante todo hubo que poner buena cara y mantener el tipo aunque fuera tambaleándome un poquito y porque se lo merece uno de mis hijos, aunque cualquier de mis tres hijos se lo merecen y con creces (pero hoy era el cumpleaños de mi hijo pequeño). Pues eso, estaba llegando a mi casa y no sé porqué levanté la vista del suelo o de lo que tenía delante de mis narices y me fijé que en un balcón de una casa cualquiera, había una pizarra pequeña que llevaba escrito lo siguiente: "Yo amo el verano". Y cuando lo estaba leyendo me afloraron muchas más cataratas de sudores. El termómetro del coche, marcaban cerca de 40º y había que sumar un grado de humedad del 80% y que ese grado de humedad está en contra de toda vida humana natural y hasta sobrenatural.
Y yo pensando ¿cómo esa persona puede amar el verano?...por lo menos el verano de éstas tierras húmedas y vaporosas. A lo mejor no es persona y tiene una parte humana y otra parte de sirena y en definitiva se pasa el día metida en agua de mar y dentro de una triste pecera que tiene en su sala de estar. Porque ciertamente éste tipo de gente o de personas que lo aman todo pero todo de una manera tan exagerada que raya con lo cursi, y repito y además añado, lo aman todo menos a los animales y por eso en su foto familiar tienen de fondo una penosa pecera y en donde tienen encarcelados a unos cuantos peces, eso sí son peces con todos los colores del mundo. Puede que tenga una parte animal y puede que no o puede que simplemente esa persona sea así de simple y está encantada de que en el verano le suden hasta los golondrinos. No sé porqué, pero parto de que es mujer y quizá sea por el tipo de letra, más redondeada y más sosegada en apariencia, aunque después habría que comprobar como sería su verdadera forma de ser. Los hombres somos más agresivos en todo y por eso escribimos pensando que tenemos mejor letra que el otro y en esa lucha nos perdemos la belleza de las formas más redondeadas.
El balcón mencionado era como para no perdérselo. La consabida pizarra coqueta y pequeña con su frasecita famosa, unas cuantas flores resecas demasiado tiesas y abandonadas y unas cuantas cerámicas (3 o 4) que simbolizaban a diversos bichos que son frecuentes por éstas tierras (una lagartija, una salamanquesa, un caballo fino y muy negro y puede que una vaca o algo parecido). O sea, el balcón ideal en el que yo siempre estuve pensando y soñando. Y en general, todo perfectamente conjuntado, sillas pintadas de blanco y con una mesilla en el medio pintada de azul clarito y las paredes y el marco de la puerta del balcón, presentaban la misma combinación de colores.
¿Seré yo tan diferente a todo? o ¿serán los demás los que no se parecen a mi?.
Y hasta puede que mi visión de la vida sea demasiado apocalíptica.

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