EL MAR (Microrelato)

Faro de Trafalgar
Vivo cerca del mar, a dos pasos de él y es curioso porque lo veo muy poco. Lo veo a veces de refilón, desde la lejanía y siempre que lo veo siento como lo echo de menos. Después llego a casa y me olvido del mar, hasta que de nuevo lo vuelvo a ver en lontananza. Y esto no es la primera vez que me pasa, pues cuando tienes al mar a tú vera, tú sabes que ahí está, que está a tú lado y si necesitas de él, lo arreglas haciéndole una visita, aunque sea una visita de médico. El problema está cuando el mar lo tienes lejos y sabes que no está, que no está cerca de tú mano, entonces te entra la morriña y lo deseas tanto, tanto lo deseas, que darías un trozo de tús carnes por tenerlo junto a tú lado. Pero éste es un comportamiento de los humanos, el desear simpre lo que no tienes y si por fin lo tienes, no le haces el caso que requiere. Y esto lo hacemos con las cosas pero también con las personas, por ejemplo, cuando se las quiere. Si quieres a alguien y deseas estar con él o con ella y hay distancia de por medio, pues tú deseo se hace doloroso y mucho y una vez que estás ya con esa persona, tú deseo se va derritiendo como un helado a pleno sol. Ya sé que no siempre es así, ya lo sé y que hay casos y casos, y que entre dos personas puede pasar de todo: que la distancia los acerqué más, y que la cercanía los una como uña y carne, pero también que se rechacen como polos opuestos. Cabe de todo y menos mal que cabe de todo, si no, menudo aburrimiento vital el que nos espera. Escribiendo esto me entraron ganas de visitar a mi querido mar y he ido y por un instante, por un sólo instante me llegó para reconciliarme con él. Así es de agradecido y ahí demuestra una vez más lo grande que es el mar, grande en todos los sentidos.

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JULIO CORTÁZAR