El séptimo día descansó y realmente quedó descansado, menudo mierda
creó Dios y lo digo con todos mis respectos. Pero una mierda es una
mierda y se reconoce por muchas cosas, a saber: por su olor tan
característico, por su textura, que puede ser blanda y gelatinosa o dura
como una piedra o líquida de densidad agua. Todas éstas pistas nos
valen y nos sobran para identificar a una mierda, a una mierda de mundo y
a una mierda de vida.
Que Dios nos creó ya no lo
pongo en duda, es más me reafirmo en ello. Claro que esa semana se le acumuló el trabajo, tanta creación y tanto cuidar los detalles, que al final se hizo
la picha un lío y no supo ultimar su creación. Además al saber que fué
Dios, yo ya tengo un culpable al que poder responsabilizar. Yo supongo
que Dios cuando creó al mundo estaba un poco demasiado confuso y creó al
mundo y al Universo, pero cuando se metió en faena con la creación del
Hombre, ahí se volvió loco y con claros síntomas de alucinosis. El
hombre, Adán para los amigos, lo puso en pelota picada en un paraíso, el
paraiso terrenal y le arrancó una costilla, ¡que dolor!, con lo que
duelen las costillas, y de esa guisa creó a la mujer, Eva, a la que le
puso dos buenas tetas y una vagina, para distinguirla de Adán.
Después quiso probar al hombre y le puso una serpiente, que no se que
pinta en ésta historia (a lo mejor era el gusano de la manzana, a lo
grande, claro) y a un árbol del que colgaba una linda manzana y tentó a
Adán con la manzana. Y el muy pardillo cayó en su trampa y de ahí surgió
el pecado, el pecado de Adán.
Menuda película de miedo, menudo peyote el que se había fumado ese día Dios, ¡como estaba de bueno!.

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