PEQUEÑOS ATRACOS (Microrelato)

Acabo de ir a comprar tabaco y de repente en plena calle me entra un tío, yo ya lo venía venir ante que él disparase. Asi que en cierta forma no me cogió desprevenido y ya esperaba su petición y efectivamente así la hizo y me dijo: "Tengo cáncer terminal de riñon y la medicina que necesito me cuesta 4 euros, ¿me podias dar algo?. pensé a toda hostia en un segundo y medí todas las posibles opciones. Por un lado podía seguir mi camino y decirle simplemente que no, aunque en ese momento no pasaba nadie por la calle y si el tío se ponía farruco, pues me tendría que ir por patas y dejé esta opción como posible. Pensé en otra, en desmontarle claramente su tinglado y para eso llegaba  con preguntarle que tipo de cáncer renal tenía, pero a continuación podía venir un silencio tenso, de esos silencios donde te mides con la mirada y me pasó como en la primera opción, que la dejé en el candelero.

                        La tercera opción era darle algo y ya está, asunto arreglado, lo malo es que sólo tenía 5 euros y el tabaco me costaba 4,50, así que sin más vueltas, le dije la verdad, que ibas a comprar tabaco y que podía 50 céntimos. El tío  valoró que algo es algo y algo es más que nada, por lo que me dijo que sí. Compré el tabaco y pasé por la misma esquina y le dí los 50 céntimos. La verdad que estos asuntos resultan fáciles cuando vas asfisiado de pelas o sea con el bolsillo vacío, lo malo es cuando vas con pasta gansa, ahí si que te agobias y la solución es complicada. A mi por suerte cada vez que me atracaron no llevaba casi nada. Pero con una navaja por el medio, te cagas patas abajo. Recuerdo que cuando vivía en A Coruña, que en dos semanas me atracaron seis veces y lo mejor de todo es que no me robaron nada, tampoco llevaba casi nada. Pero de aquellas era más joven y al verlos venir ya preparaba mi estrategia de fuga y que consistía en que al minímo descuido por su parte, pues le daba un empujón y a correr como un galgo, ¡tampoco era tan complicado!. Me hice experto en fugas, pero de aquellas no me quedaba otro remedio, pues eran yonquis enmonados los que me atracaban y un yonqui en principio nunca te cree y menos si le dices que no tienes nada. No es el primero que primero te inserta un navajazo y después te cachea, en cambio de hacerlo al revés.

Hombre, el tío de hoy pinta de yonqui podía tener, pero de yonqui menorquín o sea un yonqui ligth. Por suerte en ésta Isla no proliferan mucho las drogas duras. Además el elemento tampoco me sacó una navaja y menos me amenazó con nada y si lo llega a hacer a lo mejor si que me rebelo, pues son reflejos condicionados y aprendidos hace muchos años.

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JULIO CORTÁZAR