Y hoy es día 23 y sólo me queda un día para volver a mi refugio vital, a mi casa, casa. Y digo casa casa, porque hay casas y casas. Hay casas que son tu casa porque no tienes otro remedio y eso es que hay y hay casas que si son tu casa o tu verdadero hogar y de éstas últimas no hay muchas. Yo sólo recuerdo haber tenido dos casas casas en mi vida, la casa de Chiclana y la actual de Menorca. Y la de Chiclana en especial, en especial por todo, por ser casa de campo, por ser preciosa, porque los niños eran pequeños y porque me encanta vivir al aire libre. De los mejores años de mi vida los pasé yo en esa casa casa y me acuerdo tanto de ella, me acuerdo tanto, que ahora volvería hacia atrás en el tiempo.
Y en verano en especial me entra el yuyu y es que no puedo con esos recuerdos: la playa inmensa y sus puestas de sol, las mareas bajas y espléndidas, las olas, el chiringuito, el campo, los árboles, la piscina, las cigüeñas y los flamencos, el césped y la hierba, las flores y sus esencias de olores y los niños jugando por todos los rincones. Todo muy bucólico, pero os juro que lo siento así y eso hace daño, hace daño en la sensibilidad más profunda y se manifiesta con ataques de melancolía o de morriña. O sea que hoy estoy melancólico y tengo morriña de aquellos tiempos y ya sabemos que en la distancia todo se idealiza y lo que fue bonito ahora lo veo más bonito, pero lo objetivo es que yo lo viví y no hace tanto tiempo. Aunque cuando veo a mis hijos y veo su estado actual, me da la impresión de que ha pasado un siglo, pero bueno es la nostalgia que se tiene de los mejores momentos y que de vez en cuando clava su aguijón.
Y mi casa casa actual, mi casa de Menorquina, pues estoy en ello, bregando con ella e intentando mejorarla. Pero es mucha casa para uno sólo y de momento aún vienen mis hijos, y ya veremos más adelante si se van a la Universidad, ya veremos si no me entra el síndrome del nido vacío. Seguro que me entra, pues de él nadie se libra.

No hay comentarios:
Publicar un comentario