No sabeis lo bien que me ha venido lo de la pescadilla, pues gracias a ella me he acordado que podía ir a pescar. Y es que hay un tío que es celador y vive en este pueblo perdido de dios, que tiene una barquita en la que va a pescar. Él ya me había invitado otras veces y yo por ser tan remolón, había desistido y mira por donde hoy y gracias a la pescadilla me acordé de la pesca. Fui a su encuentro y ya quedamos para mañana a las 6. Pescar, se me había olvidado esa posibilidad, con lo que me gusta faenar con los sedales y anzuelos y el cubo repleto de pescado fresco y vivo. Y también el hecho, de que sean las 6 de la mañana, que es cuando el mar enseña sus encantos y sus secretos. Salir a pescar de noche, a las 6 aún es de noche y ver como sale el sol y desde el agua, es algo que no tiene precio y que sólo por ese hecho merece la pena apuntarse a pescar. Aunque claro, si el cubo viene lleno de pescado, mejor que mejor y el que diga lo contrario es que es gilipollas.
Parece mentira pero con ésta tontería de la pesca, el día ha cambiado de tornas y ahora estoy animado y con ganas de que llegue mañana. Es curioso el ver como te bloqueas a veces, y lo que tienes delante de tus narices no eres capaz de verlo, como si fueras pitoño y ciego. Llevaba unos días pensando en ir a pescar desde roca y pensaba llamar a un conocido, pero tampoco me entusiasmaba, pescar desde tierra me resulta un tanto aburrido: no se ve el mar desde dentro y desde sus entrañas, la vista se limita a lo que tienes delante y la pesca suele ser escasa y todo eso cuenta y suma y por tanto no me entusiasma. Mañana toca madrugón, pero sarna con gusto no pica y mañana seguro que pesco una ballena, una ballena no, que está protegida, pero si un mero de 8 kilos, por lo menos.

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