Y son sólo las 3 de la tarde y el tiempo aquí pasa de otra manera distinta, lento y despacito, con calma, con mucha calma, con calma chicha. Sólo me inquieta el pensamiento de tener que irnos, pues como me encuentro mejor y veo que mi hijo ya está quemando sus últimos cartuchos, y es que me están entrando ganas de resolver cosas pendientes, cosas que tenía que hacer antes de venirme de camping, pero como surgieron imprevistos desagradables, simplemente las había aplazado. Y esa es una sensación que ahora no aguanto, la sensación de aplazamiento y de dejar las cosas para más adelante. Me pasé gran parte de mi vida aplazándolo todo y no resolviendo practicamente nada y por eso ahora no puedo con esa sensación y ahora aún controlo o voy controlando esa necesidad visceral, pero hace unos meses yo era un volcán impulsivo, tenía que decirlo todo y en el mismo momento, no me permitía ni el mínimo aplazamiento.
Así de primeras dije cosas que a lo mejor no quería haber dicho o por lo menos dichas de esa manera tan convulsa y claro me llevé personas por delante y es que las cosas si se polarizan demasiado, salen como las balas de una metralleta. La vida se mueve a base de dudas y de meter la pata, sin ellas nunca avanzaríamos y eso es lo que trato, trato de aplicarme el cuento y salir de la encrucijada en la que me encuentro. Ahora noto que avanzo y espero que lo que avance sea un salto cualitativo.
Veo que dije que me había liberado en parte de mi obsesión de estos últimos días y vuelvo y sin querer sobre ello. Por tanto concluyo, que aún estoy en el fragor de mi batalla personal y es que las luchas internas a veces se hacen eternas y por eso es necesario darles su tiempo, pero también hay que saber darles la puntillita, sino se convierten en serpientes dentro de tu cabeza. Siento que sigo siendo como J
uan Palomo: yo me lo guiso y yo me lo como.

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