Y PUNTO FINAL

Ciutadella, la bella
Y ya nos vamos del camping, nos vamos a las 7 de la tarde y volvemos al ruido de los coches y a las grandes manzanas, y a los semáforos y al metro,  a los autobuses y al aturdimiento que dan los tubos de escape y es que en realidad estoy soñando con una gran ciudad, me encantaría respirar aire viciado y contaminado, llenar mi retina de colores de luces de neón y caer en medio del caos en medio de una hora punta. No, pero no, vuelvo a lo cotidiano, al pueblo, con sus mismas caras y que a fuerza de verlas repetidamente ya me son archiconocidas, y al mismo gato negro que se cruza y siempre en la misma esquina y el perro del vecino que ladra con el mismo ladrido y a los saludos de adeu y hola o buenos días o buenas tardes o adeu y buenas noches y las campanas de la iglesia que suenen un poco más tarde de lo hora que te toca. Es vida de pueblo y es bonita, pero todo es orden y sin nuevas noticias y por eso yo reclamo el caos, por lo menos durante un tiempo, pues seguro que al cabo de unos días ya esteré echando de menos la tranquilidad que emana mi pueblo.

Ahora ya son las 5 de la tarde y ya tenemos todo preparado y eso que nos liamos un poco con el empaquetado de la tienda, ya era mucho tiempo sin practicar. Bueno, ahora miro a mi alrededor y siento que lo voy a echar de menos, las sombras y las luces, los árboles y la brisa y sobre todo el silencio, a veces sólo roto por el sonido de una cremallera y ya la batería me está diciendo que un carajo, que más vale que deje de decir tantas  tonterías, pues ella se va apagar y ahora mismo se apaga y se apaga y ya no da más avisos y punto y sin coma, punto de punto, punto de punto final.
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JULIO CORTÁZAR