VERANOS DE PUEBLOS



Tengo un rato hasta que empiece el partido de fútbol, que por cierto a menuda hora lo retransmiten, pero a mi me gusta el fútbol o sea que a joderme. En éste pueblo donde yo vivo ya se respira el verano, hay bullicio, hay terrazas, hay actuaciones musicales, más bien malas y pequeñas, pero habelas hainas. Ambiente de pueblo mediterráneo auténtico, que es exactamente igual que en el Atlántico, salvo que por ser distintos mares o mejor dicho un oceáno inmenso y un mar más pequeño y más domado, la diferencia estriba en eso, en que aquí todo es más suave. Los ambientes de pueblos pequeños tienen su aquél, resultan familiares y entrañables y si el tiempo acompaña y hace una noche como ésta, el ambiente es perfecto, apacible y hasta da ganas de comértelo.

                          Me acuerdo de Corcubión, allí en mi Galicia natal, un pueblo situado en A Costa da Morte, y sus veranos entre lluvia y sol o entre nubes y brumas. Allí el verano era una esencia de verano, un verano condensado, pues el verano verdadero, eran 4 semanas o sea 1 mes como mucho y eso si que pasaba rápido. La vida en ese corto verano cambiaba un poco, pero no demasiado, y donde más se notaba era en el día, había terrazas y guiris y la gente salía más de sus casas, pero tampoco era para echar cohetes. Quizá la gente paseaba más y a la hora del aperitivo se llenaban más los bares. En las noches de verano había algo más de gente en la calle y en algunas terrazas, después el ambiente veraniego en ese pueblo perdido de la mano de dios, se condensaba en el único pub existente, que por cierto era precioso, engalanado de piedra de granito y con detalles ornamentales bastante pasables. La música era a veces buena y en otras de escapar corriendo, pero era el único sitio de poder tomarse una birra o una copa en mínimas condiciones. Después había que coger el coche para desplazarse a los otros pueblos de la comarca, en concreto a Cee y a Finisterre, vamos si querías seguir de marcha.

                                 En Andalucía y en concreto en la provincia de Cádiz , la jarana en verano estaba asegurada, allí se vive mucho la calle, se sale, se pasea, se toman birras y tapas y la calle es un bullicio llena de voces y de gente. De la noche noche no sé mucho, pues para mí fue otra etapa en la vida, la etapa de crianza de niños y la verdad es que no echaba de menos los ambientes noctámbulos. Me gustaba andar por las calles de los pueblos y parar a tomarse una caña y hablar y reír o llorar y seguir de paseo, pero como mucho entre las doce y la una, ya me doblegaba. O sea me encantaba el ambiente de la calle y no hay mejor sitio en verano que los pueblos de Andalucía para disfrutar del ambiente callejero.

                                 Y aquí en Menorca, aún sé menos de éstos ambientes, pero ahora no es por crianza de niños, es simplemente porque me da la gana y es que disfruto mucho más de las mañanas. Aparte de que ya no bebo res de res, y quieras o no, en ambientes noctámbulos el alcohol es demasiado importante y cuando llega una hora determinada, ya no soporto a los borrachos de turno. Un rato vale y si es punto de alcohol también vale, pero si es borrachera y supurando alcohol y hablando con una patata en la boca, como que no, que no lo soporto. Y ya no digamos si alguien empieza a potar y a dar tumbos y ese aliento que echa para atrás y ese sudor agrio y pastoso, entonces lo mejor que puedo hacer, es cambiar mi hoja de ruta e irme directamente a mi casita, que  las mañanas me esperan cosas mucho más interesantes. Que pronto uno se olvida de que los borrachos que yo hablo, hace un tiempo y no tan lejano, yo tenía muchas posibilidades de ser uno de ellos. Es interesante observar el efecto rebote de las cosas, pero ese es un tema para tocar otro día.

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JULIO CORTÁZAR