Hay que ser generoso, hay que serlo en ésta vida y en todas y serlo en todo los aspectos. Una cosa es gestionar tu vida lo mejor que puedes y otra muy distinta es racanear con todo. No se puede ser cutre con la pasta, ni con los sentimientos, ni con las acaricias, ni con los besos, pero también hay que saber no excederse, pues si no ya sabes lo que te toca y serás un plasta, un atontado desprendido, un empalagoso y un vicioso.
Todo tiene su punto de equilibrio o debería de tenerlo, pues no se sabe que es peor, si ser un cutre o ser un plasta empalagoso. Pero a lo que iba en principio, ser generoso no significa que tengas que echar tu casa por la ventana, ni ir regalando el dinero, ni dando besos por la calle, sólo significa que más vale dar que retener, que si sientes lo expreses, que si quieres lo digas y lo demuestres y que si quieres vivir lo hagas espléndidamente y hacia ti y hacia los demás.
A veces sé que parezco la señorita Pepis dando consejos sobre la vida, pero no son consejos hacia nada, pues principalmente van dirigidos a mi mismo, pues me ayudan a coger el hilo, el hilo fino e invisible que marca la vida. Pues sí, todos tenemos un hilo que nos conduce y nos guía y que a veces conseguimos que ese hilo cambie de ruta y se salte el guión previamente escrito. Y eso es lo mejor que puede pasarnos, que nos salgamos por la tangente y nos aventuremos con algo nuevo.
El problema está que con el paso de los años es más difícil salirse del carril, pues todo nos suena a haberlo vivido, a un déjà vu o a algo que ya has vivido. Por A o por B, siempre algo que nos conecta con el ya haberlo vivido, siempre hay un paisaje o una playa o un bosque que te recuerdan a otro paisaje o bosque de otros tiempos. Y esto no es bueno ni es malo, es como es y así hay que asumirlo, pues es bueno vivir algo totalmente nuevo, pero también es bueno, tener referencias que te pueden ayudar a vivirlo mejor y más intensamente. Así que en definitiva, hay que ser generoso en la vida.


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