MACROSUPER

Uyyy! qué día tan bonito y entrañable. Curre mañanero y a volar a la otra Isla y llevarse un jilguero o mejor dicho, un calamar gigante o sea un tío de 48 años que había sufrido un Ictus y ya casi no tenía sintomatología, por tanto era transitorio y entonces se supone, que recuperable. Lo único que yo le encontré fue una cara que le llegaba hasta el suelo y para mi que tenía una depre como un piano. No hablaba, ni se movía, solo emitía quejidos y a veces decía, ¡que me mareo! y con esa sombra de amenaza de vómito constante, realizamos el traslado. No tuvo más historia el viaje, solo que desde el cielo pude comprobar que sí, que estaba nublado y ya está, y ya se fueron al carajo 5 horas del día.

Después a llegar a casa y hacer la comida a toda hostia y darle de comer a mis pibes. Por la tarde me tocó de taxista y llevé a mi hijo pequeño a sus actividades. Entonces tuve un brillante pensamiento y decidí aprovechar el viaje y de paso acercarme al super, pero super, super o sea super de gran superficie, que es lo mismo que decir que fui al paraíso. Bueno pues el macrosuper estaba petado, coches y coches y más coches. Por fin aparqué y me cagué en mi ocurrencia, pero entré decidido y lo primero que observé es que ya no se ve tanto chandal. Parece que con la crisis los chandal van desapareciendo y no sé el porqué, pero me da igual el porqué, el caso es que esa agresión visual ya no lo es tanto.

Antes crucé el paso de peatones y tuve que dar un salto atrás, pues venía un viejo en el coche y todo dispuesto y por supuesto, en primera o en segunda, como mucho y todo tieso y agarrado al volante y con esa mirada fija que tienen los burros cuando se le ponen las orejeras. El viejo me vio en el medio del paso y le dio igual, el tío siguió con su marcha fúnebre y casi me lleva por delante. Ellos ven, pero hacen que no ven y hasta que se cepillen a un tío. Ya sabemos lo que viene a continuación, compras y compras y siempre más compras y hasta petar el carro.

Colas de espera y la misma película de siempre. Un listillo o listilla que cuando abren otra caja se quiere colar. Hay el típico viejo que se hace el despistado, pero a ese le das un estornudo y se cae a un lado. Después hay el yupi bien puestito y colocado y que va como un pincel todo pijito. Éste aduce prisa y simplemente por ser yupi y tú una mierda y a éste le tienes que meter un par de bufidos fuertes. Y por último hay la tía guapa o la reina del super, que por sus encantos hay que extenderle la alfombra roja y lo que le extiendes es una serie de improperios y para que vaya ahuencando el ala, vampiresa

.Y ya está, pero no del todo, porque después toca cargar con toda la mierda que has comprado y claro, en ese momento nunca están tus hijos en casa, parece que ellos se lo huelen a distancia. Y una vez colocado todo en su respectivo sitio, te das cuenta que estás agotado y sudado. No sabes muy bien, si es por cargar y descargar o por el stress mental que supone visitar una gran superficie. La verdad es que si alguien me quiere castigar, no hay mejor método que hacerme comprar en un macrosuper. ¡Como he disfrutado!

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JULIO CORTÁZAR