Ahora puedo entender mejor a mi madre, cuando me decía que yo era un chaval huraño y mudo y como muy metido en mi mismo. Y lo digo porque hoy me siento así y puede que de chaval llevara unos años en éste estado. Si al final lo que dice una madre va a misa y aunque sea más de 50 años después, le tienes que dar la razón. Claro que es mejor no entrar en los motivos de que yo fuera así de chaval, porque si entro hoy me disparo y no dejo a nadie a salvo. Primero que yo estaba así sólo en mi casa de mis padres, fuera me despachaba a gusto y era todo lo contrario, era echado para adelante, era extrovertido y divertido, en fin, era una buen chaval y era un chaval en general bastante feliz.
Pero en casa de mis padres aprendí pronto a callarme y porque sino era candidato a que me dieran una buenas hostias todos los días. Mi madre era de gatillo fácil y eso lo heredé yo, y a veces se me escapaba una de mis manos y en otras se me lanzaba la lengua como un cuchillo con los falsos amigos. Aprendí a defenderme atacando y a la mínima saltaba sobre el supuesto contrario y a veces los contrarios me llevaban unos años, pero mi rabia era más fuerte que la diferencia de tamaño y si no para que estaban los pellizcos o los dientes y para soltar un buen bocado o las manos que no sé el porqué siempre acababan en los cojones del contrario.
Ya puestos a guerrear pues valían todas las artimañas y ese era mi lema, la guerra sin principios y sin reglas. Qué guerra es más válida, la de decir que no te voy a meter un dedo en el ojo o que no te voy a morder ni te voy a hincar el diente o que los cojones te los voy a dejar tranquilos o la guerra sin principios. Ya puestos en un asunto tan irracional como es pelear, pues había que hacerlo sin principios y para hacer el máximo daño al contrario. Se pelea para demostrar quien es más fuerte y por tanto quien tiene más poder y no se pelea para hacer amigos y darte besos en la boca. Hay otras formas para esto último y que ahora y pasado el tiempo, salvo en el día de hoy, voy aplicando con más frecuencia y porque al final es lo único que merece la pena, pero de vez en cuando también tienes que envolverte de rabia y sacudirte de tanto pasteleo, porque sino te vuelves un ser excesivamente dulzón y empalagoso
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Pero en casa de mis padres aprendí pronto a callarme y porque sino era candidato a que me dieran una buenas hostias todos los días. Mi madre era de gatillo fácil y eso lo heredé yo, y a veces se me escapaba una de mis manos y en otras se me lanzaba la lengua como un cuchillo con los falsos amigos. Aprendí a defenderme atacando y a la mínima saltaba sobre el supuesto contrario y a veces los contrarios me llevaban unos años, pero mi rabia era más fuerte que la diferencia de tamaño y si no para que estaban los pellizcos o los dientes y para soltar un buen bocado o las manos que no sé el porqué siempre acababan en los cojones del contrario.Ya puestos a guerrear pues valían todas las artimañas y ese era mi lema, la guerra sin principios y sin reglas. Qué guerra es más válida, la de decir que no te voy a meter un dedo en el ojo o que no te voy a morder ni te voy a hincar el diente o que los cojones te los voy a dejar tranquilos o la guerra sin principios. Ya puestos en un asunto tan irracional como es pelear, pues había que hacerlo sin principios y para hacer el máximo daño al contrario. Se pelea para demostrar quien es más fuerte y por tanto quien tiene más poder y no se pelea para hacer amigos y darte besos en la boca. Hay otras formas para esto último y que ahora y pasado el tiempo, salvo en el día de hoy, voy aplicando con más frecuencia y porque al final es lo único que merece la pena, pero de vez en cuando también tienes que envolverte de rabia y sacudirte de tanto pasteleo, porque sino te vuelves un ser excesivamente dulzón y empalagoso
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