Aguanto como puedo, aguanto las ganas que tengo de escribir en puro y puto directo. Pero me contengo y me reprimo y me pongo un cilicio mental, y cuando tengo más ganas de hacerlo, me aprieta y me clava sus dientes bien afilados. Bueno, son juegos, juegos a los que uno se somete y nadie me obliga a ello, soy yo el que quiere hacerlo y como razón de base sólo hay una y es porque me sale de los cojones y punto. Bueno podía ser más fino y decir por ejemplo, porque me sale de dentro o del alma o de la almorrana, pero yo suspendí esa asignatura, de fineza tengo un cero.
Me gustan las cosas claras y dichas a lo bruto. Porque se pueden decir claras y finamente, pero de ese arte, el de ser fino, yo no sé nada y creo que ya es tarde para poder cambiar de bando. Y ya sé que nunca es tarde y que no hay nada imposible, pero sí lo es para mi y porque me gusta ser de ésta manera y entonces sí que es irremediable. Es como lo de ser un terco, si yo ya nací terco y cabezón y mi vida transcurrió dando cabezazos contra los muros que se ponían por delante, como ahora voy a ser un dulce pichoncito que confunde los muros con jardines llenos de flores.
Y moriré siendo igual o más bruto de lo que soy y más terco también. Moriré con las botas puestas de mi terquedad y cabezonería y repito que el problema está, en que me gusta ser de esa manera. Por tanto yo me reivindico el como soy y al que no le guste, que se vaya al carajo o que por lo menos me deje en paz, que creo que aún queda bastante espacio sin ocupar tras el Sol. Si nací terco, moriré por lo menos dos veces más terco y más bruto.
Me gustan las cosas claras y dichas a lo bruto. Porque se pueden decir claras y finamente, pero de ese arte, el de ser fino, yo no sé nada y creo que ya es tarde para poder cambiar de bando. Y ya sé que nunca es tarde y que no hay nada imposible, pero sí lo es para mi y porque me gusta ser de ésta manera y entonces sí que es irremediable. Es como lo de ser un terco, si yo ya nací terco y cabezón y mi vida transcurrió dando cabezazos contra los muros que se ponían por delante, como ahora voy a ser un dulce pichoncito que confunde los muros con jardines llenos de flores.
Y moriré siendo igual o más bruto de lo que soy y más terco también. Moriré con las botas puestas de mi terquedad y cabezonería y repito que el problema está, en que me gusta ser de esa manera. Por tanto yo me reivindico el como soy y al que no le guste, que se vaya al carajo o que por lo menos me deje en paz, que creo que aún queda bastante espacio sin ocupar tras el Sol. Si nací terco, moriré por lo menos dos veces más terco y más bruto.

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