EN UNA ISLA DESIERTA

Cuando me sueltan del corral de mi curre, parezco un toro enfurecido, me como al mundo y no dejo ni sus huesos. Y eso que salgo un tanto arrastras, ya no sobo de bien como en mis antiguos tiempos, cuando era un lozano joven prometedor, pero en mi curre de noche, debe haber alguien que me pone un chute de anfetas directamente en la Aorta y por eso salgo tan disparatado. Por un lado quiero descansar y por el otro quiero disfrutar como un loco y además la cosa coincide (¿y no será esa la razón verdadera?)  con que suelo tener tres o cuatro días libres por delante.

Si a mi se me pone o se me coloca en una Isla desierta, con tres cosas iría más que servido. Con mi pequeño ordenador, por supuesto. Con mucho papeo, por eso de no tener que currármelo para conseguir la comida. Y como iba a faltar la estrella o el punto G de la película, una muñeca hinchable, pero de las que no me hablen. En el silencio intenso de la Isla estaremos los dos abrazados y en la oscura noche haremos el amor hasta que salga el sol.

Yo la verdad es que me conformo con poco, pero con la condición de que ese poco sea bueno y que además, tenga el sello de garantía Alemán, un GS muy grande. Si es Alemán, yo me fío y si es Sueco, pues también. Y como dice el anuncio de un coche: es de tecnología alemana y con eso, ya lo dice todo. Bueno y mejor dicho, eso lo dicen ellos, que a veces y algunos, se creen que Dios también era alemán.

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JULIO CORTÁZAR