Y es que alguien dijo que "No hay futuro" y bueno, futuro y futuro cojonudo, puede que no haya, pero vamos a ser pragmáticos y hablemos de futuro entre comillas, porque ese si que es realizable y posible de concretar. Futuro es mañana o pasado o dentro de uno o de varios años, aunque hay algunos que les gusta rizar el rizo y hablan de futuro inmediato, intermedio y lejano. Hay también quién habla del futuro en función de su lucha, es decir que si luchas mucho tendrás un buen futuro y como si eso fuera un cálculo matemático.
Yo tuve épocas de mi vida en que luché como un Jabato, pero también tuve otras en que viví en las alcantarillas de la vida y entonces y por esa regla de tres, debería tener una vejez con esas dos vertientes, días de gloria junto a días de miseria. Y para demostrar una vez más que mi vejez no es un concurso de méritos y desméritos, resulta que me tocó el gordo de la lotería y desde los 56 años, estoy viviendo mi segunda juventud (ahora tengo 59).
Ni en los días más optimistas de mi vida pensé en una vejez tan alucinante. Yo como mucho pensaba en una vejez tranquila y cerca del mar y puede que en compañía de alguien querido, pero de esa frontera mi imaginación nunca pasó. Sería por miedo a pedir mucho, pues ya se sabe que al que pide demasiado nunca le llega con lo que tiene. Pero bueno, yo a los 56 años me vi sorprendido y creo que en mi vida me sentí tan fuerte y tan claro y nítido y me he pasado tres años esperando a que llegara un punto de bajada y por suerte no ha llegado. Hay eso sí, reajustes mentales, pequeñas paradas o pequeños lapsus para contemplar lo realizado y así, seguir ascendiendo. ¿Y la cima?, de la cima no tengo ni puta idea, yo sé que subo pero no sé hasta donde tengo que seguir ascendiendo, pues de momento sigo viendo los peldaños de las escaleras que van al cielo y que siguen siendo infinitos.
Yo tuve épocas de mi vida en que luché como un Jabato, pero también tuve otras en que viví en las alcantarillas de la vida y entonces y por esa regla de tres, debería tener una vejez con esas dos vertientes, días de gloria junto a días de miseria. Y para demostrar una vez más que mi vejez no es un concurso de méritos y desméritos, resulta que me tocó el gordo de la lotería y desde los 56 años, estoy viviendo mi segunda juventud (ahora tengo 59).
Ni en los días más optimistas de mi vida pensé en una vejez tan alucinante. Yo como mucho pensaba en una vejez tranquila y cerca del mar y puede que en compañía de alguien querido, pero de esa frontera mi imaginación nunca pasó. Sería por miedo a pedir mucho, pues ya se sabe que al que pide demasiado nunca le llega con lo que tiene. Pero bueno, yo a los 56 años me vi sorprendido y creo que en mi vida me sentí tan fuerte y tan claro y nítido y me he pasado tres años esperando a que llegara un punto de bajada y por suerte no ha llegado. Hay eso sí, reajustes mentales, pequeñas paradas o pequeños lapsus para contemplar lo realizado y así, seguir ascendiendo. ¿Y la cima?, de la cima no tengo ni puta idea, yo sé que subo pero no sé hasta donde tengo que seguir ascendiendo, pues de momento sigo viendo los peldaños de las escaleras que van al cielo y que siguen siendo infinitos.

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