LA MUERTE CON SU GUADAÑA

Que cada vez que me toco la brecha que luzco en mi frente, me acuerdo que estoy sentado en el mismo sitio desde el que me caí, pero de nada más. Bueno sí del cahrco de sangre cuando estaba tumbado en el suelo y que de inmediato y sin darme cuenta me puse a limpiar. Pues ya véis uno tiene que llegar a un estado de descerebrado para darse cuenta que es muy limpito y antes de ir a ver la brecha, tuve que dejar el suelo como una patena. Lo mismo me pasó, cuando en ese mismo momento sonó el móvil y en plan automático, lo cogí y era una amiga que pensó que estaba hablando con un zombi sonado.

Es curioso eso del morir cerebralmente por unos segundos. La sensación es rara, es demasiado rara, pero también es agradecida y porque después del episodio te das cuenta que puedes seguir viviendo. Pero yo votaba por una muerte así, una muerte fulminante sin gritos, aspavientos, ni alaridos y por supuesto sin dolor, sin ningún dolor conocido. ¡Zas! y te caes como un fardo y ya puede caer tú cabeza sobre la punta de un cuchillo, que tú no te ibas a enterar de nada. Esa sí que sería una muerte digna, igual que si te cae un rayo y al carajo la vida o te da un Yuyu de película.

No hay muerte mejor que la desprevenida y que además, sea silente de dolor. Y después hablan los que tienen miedo de volar en avión y yo creo que puede ser una de las muertes más dulces, porque con una buena ostia de avión, tienes todos los boletos comprados para una muerte segura. ¡Bum! y al carajo y que después busquen tús trozos desparramados y a base de comprobar ADNs. Hablan del copiloto pirado y como fueron los minutos finales del resto de la tripulación y de los pasajeros, pues seguro que fueron jodidos, muy jodidos y porque hubo demasiado preludio de una muerte anunciada, pero si la ostia en los Alpes llega a ser de sopetón, ahí no se entera ni dios que les ha visitado la muerte con su guadaña.

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JULIO CORTÁZAR