A mi me gustaría que éste ordenador oliera a tinta impresa y a sudor de dedos y bueno, también con el complemento del rico olor a papel y de esa mezcla saldría un rico bollo del horno. Pero ya no son tiempos de olores a biblioteca humedecida por las telarañas del tiempo, pues hoy en día a lo que huelen las bibliotecas es a enchufes medio quemados. De todas formas siguen existiendo los libros y esa lucha a los tecnócratas de poca monta, no les va a resultar tan fácil, pues de alguna forma tendrán que reconocer su fracaso relativo con los libros electrónicos y digo relativo, porque hubo un momento que se encontraron saboreando las mieles de la victoria, pero las batallas no sólo hay que ganarlas, hay que ganarlas y después, hay que consolidarlas. Y cuando llegó su momento de consagración, resulta que empezaron de nuevo a resucitar los libros de papel y letra impresa.
Y hoy estamos entre dos aguas y por un lado sigue el libro virtual y por el otro, sigue el puto libro de siempre. Y está claro que yo apoyo el libro tradicional, pero como soy un tío que ando a dos velas, no me voy a gastar la poca pasta que tengo, en la fabricación de un libro de tinta y de papel. Y esto no es como en las películas y por eso de ir dejando borradores de libros por las editoriales, ¡qué va!, es mucho más complicado y tienes que tener amigos en todas partes, además de tener un amplio abanico de empalagosas relaciones. Y yo no estoy para relaciones patateras y mentideras y menos por ese fin, que en definitiva es un fin en si mismo, pero por el que no vendo ni un ápice de mi viejo y enjuto cuerpo.
Y puede ser que algún día suene la gaita y que de repente se abran los mares, pero mi sentido de viejo pellejo me dice que: que desconfíe de la casualidad y más, si la casualidad te acaba favoreciendo. La casualidad existe, pero solo existe para joderte y lo bueno, nunca es casual y por una simple razón: porque tú te la trabajas o sea, que te la buscas o te lo consigues. Sí y ya sé que existe al tío que le toca la Quiniela o la Lotería, pero no sé si os habréis dado cuenta de que siempre le toca a un pringado de mierda y da igual que sea un tío con o sin pasta, porque se fundirá la pasta enseguida y en un buen montón de chorradas ostentosas, ya sabéis: yates de cuatro quilates, chalets de alto rango, bugas de alta gama, hoteles de 20 estrellas, farlopa de la mala pero a toneladas... y al final ¿qué queda?, pues queda volver totalmente arruinado al redil.
Y puestos así, yo prefiero que no me toque nada, ni la Quiniela, ni la Lotería, ni demás artilugios de dinero fácil y soy consecuente con ello, pues yo no juego a nada, bueno sí a una cosa, que es a una especie de pupurri de todos los juegos y lo hago en el bar de la esquina y en donde desayuno todos los días y por una sola razón: si realmente tocara y yo no jugara, no podría volver por ese sitio. Por tanto juego, para poder seguir hiendo a desayunar al mismo sitio y porque el café me sabe de perlas y la tostada me sabe a gloria. Y es que al final, el puede ser que toque, es la principal atracción de cualquier juego y yo no soy ninguna excepción.
Y hoy estamos entre dos aguas y por un lado sigue el libro virtual y por el otro, sigue el puto libro de siempre. Y está claro que yo apoyo el libro tradicional, pero como soy un tío que ando a dos velas, no me voy a gastar la poca pasta que tengo, en la fabricación de un libro de tinta y de papel. Y esto no es como en las películas y por eso de ir dejando borradores de libros por las editoriales, ¡qué va!, es mucho más complicado y tienes que tener amigos en todas partes, además de tener un amplio abanico de empalagosas relaciones. Y yo no estoy para relaciones patateras y mentideras y menos por ese fin, que en definitiva es un fin en si mismo, pero por el que no vendo ni un ápice de mi viejo y enjuto cuerpo.
Y puede ser que algún día suene la gaita y que de repente se abran los mares, pero mi sentido de viejo pellejo me dice que: que desconfíe de la casualidad y más, si la casualidad te acaba favoreciendo. La casualidad existe, pero solo existe para joderte y lo bueno, nunca es casual y por una simple razón: porque tú te la trabajas o sea, que te la buscas o te lo consigues. Sí y ya sé que existe al tío que le toca la Quiniela o la Lotería, pero no sé si os habréis dado cuenta de que siempre le toca a un pringado de mierda y da igual que sea un tío con o sin pasta, porque se fundirá la pasta enseguida y en un buen montón de chorradas ostentosas, ya sabéis: yates de cuatro quilates, chalets de alto rango, bugas de alta gama, hoteles de 20 estrellas, farlopa de la mala pero a toneladas... y al final ¿qué queda?, pues queda volver totalmente arruinado al redil.
Y puestos así, yo prefiero que no me toque nada, ni la Quiniela, ni la Lotería, ni demás artilugios de dinero fácil y soy consecuente con ello, pues yo no juego a nada, bueno sí a una cosa, que es a una especie de pupurri de todos los juegos y lo hago en el bar de la esquina y en donde desayuno todos los días y por una sola razón: si realmente tocara y yo no jugara, no podría volver por ese sitio. Por tanto juego, para poder seguir hiendo a desayunar al mismo sitio y porque el café me sabe de perlas y la tostada me sabe a gloria. Y es que al final, el puede ser que toque, es la principal atracción de cualquier juego y yo no soy ninguna excepción.
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