Ayer era uno y hoy soy otro, claro que nos une algo, nos une ese hilo invisible que se llama, esencia o sea, que soy el mismo, solo que cambié de careto. Ayer estaba más bicho, más encabronado, más jodidamente encabronado y tenía esa especie de rictus que adoptan o que ponen los enterradores cuando van a enterrar a alguien y porque supongo que en su casa cambiarán de careto y porque con ese careto ¿adonde van?, porque como no sea para asustar a sus hijos pequeños, no le encuentro otra utilidad. Bueno, yo era de los que pensaba que el enterrador no tenía vida propia y porque no podía tenerla y por dedicarse tanto en vida al cuidado de los muertos y además, que al llegar a su casa, ¿que les podría contar a sus hijos?, ¿que el féretro no le entraba en la tumba? o ¿qué de una tumba empezaron a brotar gusanos?.
Y cuando un día me habló un enterrador y me hizo uno de sus chistes malos, ¡menuda sorpresa me lleve! y primero, porque el fulano hablaba y segundo y aunque fuera horrible, tenía sentido del humor. Yo suponía que si tenían sentido del humor, que sería tipo macabro o lo que también se llama, humor negro o humor de zombis vivientes. Y además los obligan a enfundarse en trajes negros y desde la coronilla hasta la planta de los pies, pero lo que a mi me escama más, es el puto rictus de mierda y con ese rostro macabro y con esos ojos casi siempre medio llorosos y a punto de derramarse una lágrima y claro, yo pensaba que si caía un lágrima, tenía que ser negra. Si y ya sé, que el hábito hace el monje y si solo ves muertos todo el día, de alguna manera te contagias y alguna parte del cuerpo se te queda medio muerta.
No sé, ¡pobres enterradores! y al llegar a casa, ¡tener que sonreír! y después, ¡dormir en una cama y no en un féretro!. Y yo de pequeño pensaba que dormían en el mismo Cementerio y ¡como somos los niños de crueles!, pero así era... y yo me los veía dormir en esa casa que tienen muchas cementerios a su entrada y que con el calor del crematorio calentarían su casita y por eso de aprovechar la energía muerta existente. Pero no, resulta que los enterradores son como nosotros, son personas con dos patas que van por la vida como si fueran siempre a un funeral y me supongo que al fin y al cabo, ese rictus mortecino que adoptan, está dentro de su contrato y nada más...pero de niño, ¡qué sabía yo de contratos!.
Y cuando un día me habló un enterrador y me hizo uno de sus chistes malos, ¡menuda sorpresa me lleve! y primero, porque el fulano hablaba y segundo y aunque fuera horrible, tenía sentido del humor. Yo suponía que si tenían sentido del humor, que sería tipo macabro o lo que también se llama, humor negro o humor de zombis vivientes. Y además los obligan a enfundarse en trajes negros y desde la coronilla hasta la planta de los pies, pero lo que a mi me escama más, es el puto rictus de mierda y con ese rostro macabro y con esos ojos casi siempre medio llorosos y a punto de derramarse una lágrima y claro, yo pensaba que si caía un lágrima, tenía que ser negra. Si y ya sé, que el hábito hace el monje y si solo ves muertos todo el día, de alguna manera te contagias y alguna parte del cuerpo se te queda medio muerta.
No sé, ¡pobres enterradores! y al llegar a casa, ¡tener que sonreír! y después, ¡dormir en una cama y no en un féretro!. Y yo de pequeño pensaba que dormían en el mismo Cementerio y ¡como somos los niños de crueles!, pero así era... y yo me los veía dormir en esa casa que tienen muchas cementerios a su entrada y que con el calor del crematorio calentarían su casita y por eso de aprovechar la energía muerta existente. Pero no, resulta que los enterradores son como nosotros, son personas con dos patas que van por la vida como si fueran siempre a un funeral y me supongo que al fin y al cabo, ese rictus mortecino que adoptan, está dentro de su contrato y nada más...pero de niño, ¡qué sabía yo de contratos!.
No hay comentarios:
Publicar un comentario