Ya me gustaría a mi ser y estar más limitado, limitado de mente y de perspectivas o de miras. Ya me gustaría a mi ser de un pueblo con grandes tradiciones y en donde sus fiestas fueran su culmen y su éxtasis y también, el mío y así meses antes del acontecimiento, que empezara mi delirio nervioso. Ya me gustaría a mi, tener sangre de fiesta popular y celebrar cada año de fiesta como un año más de mi existencia. Ya me gustaría a mi que me gustara el folclore y los bailes regionales y hasta la pandereta y las castañuelas. Ya me gustaría a mi llorar ante el santo patrón del pueblo y sentir las emociones de la patria chica. Ya me gustaría a mi sentir que las tradiciones me llaman y cumplirlas a rajatabla. Pero no señor, me tocó ser gualtrapas, un desconfiado de las tradiciones, un no creyente de los bailes regionales.
Porque no sé que puede más, si la pasión del futbolero desaforado o la pasión ciega de algunas fiestas populares y porque tengo una cerca, la fiesta de Sant Joan de Ciutadella. Y es que en el fondo tengo envidia ajena, porque yo no siento nada en una puta fiesta, bueno siento lo que me gusta (que es muy poco), pero en medio de esa masa de gente medio alcoholizada, ese poco que me gusta desaparece de la faz de la tierra. No sé, a mi me encantaría celebrar un gol dando abrazos a gente que no conozco y también ir a Ciutadella y a su fiesta y ponerme carioco viendo los diversos desfiles de caballos y celebrar cada cabriola y saltito del caballo y sentirme agradecido cuando sienta que un caballo me aplasta un pie.
Pero no, dios no me dio ese don, porque nunca me gustaron las fiestas y menos las fiestas con una pasión ciega. Y ayer era el día de es Bé o día del Cordero, que consiste en que un tío cachas y del pueblo ( lo demuestra con su ADN, claro), se monte un cordero a sus anchas espaldas y que lo lleve hasta no sé donde, eso sí, el corderito va todo blanquito y acicalado, mientras el menda que lo transporta, va cubierto de asquerosos sudores. Y el día 23 y 24 de Junio es la gran fiesta y montan sus caballos y hacen carreras y paseos y los caballos hacen levantadas de su tren delantero y eso, pone muy cachondo y excitado al pueblo. Fervor popular, que le llaman. Y entonces puede que yo sea un hombre horchata, frío como el hielo e impertérrito ante las manifestaciones populares y eso me preocupa mucho...porque todo esto me dice que yo no soy normal, que no me excito viendo sudar a los caballos, que me da igual que los caballos salten o que hagan el pino, que me pueden los olores a sudores ajenos mezclados con alcohol y mierda de caballo, en fin, que no soy un tío sensible a lo que realmente ama el pueblo.
Y que nadie toque el orden de esa fiesta y que nadie quiera poner en duda que esa fiesta es cosa de hombres machos alfa, porque desde el medievo así fue y como estamos en el siglo XXI, no ha transcurrido el tiempo necesario para poder cambiar sus normas, porque eso a veces lleva milenios y no nos adelantemos a los acontecimientos, porque seguirá siendo una fiesta tradicional hasta la médula y porque seguirá siendo una fiesta machista hasta la bandera, pero ¿quién soy yo para poner todo esto en duda?. Al fin y al cabo, soy un foráneo, un forastero, un descreído, un pendenciero, un anti cristo que tomó el cuerpo de Bruno (que ese sí soy yo).
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