MI MEMORIA

Hoy quería comenzar muy bien y lo primero que hice cuando llegué a casa después de una cansina noche de guardia, fue darme una gratificante ducha, después me entraron picores de limpieza y orden: aspirar, recoger la ropa, limpiar algunas cosas, regar mis plantas, hacer la cama y todo porque necesitaba tener ese orden y esa limpieza. Es que hay días en que necesitas tener un buen decorado y más si estoy saliente de Guardia, porque el cuerpo y la vista no sabes como agradecen el ver que todo sigue funcionando. Bueno, no voy a dar un cursillo de amo de casa, porque se diga lo que se diga, es una de las cosas más aburridas de mi existencia. Y hay que hacerlo, pues se hace, pero no voy a meterle literatura fantasiosa a una cosa tan simple y tan cotidiana.

Porque una cosa es reivindicar que el trabajo doméstico es un puto trabajo más y que debe ser reconocido como tal y otra cosa, es engrandecer ese trabajo hasta el grado que se diga que es satisfactorio y si lo es para algunos, pues que disfruten, pero para mi no lo es y punto. Yo ordeno y limpio porque así me siento más cómodo y porque además, encuentro las cosas. Y todo iba muy bien, hasta que el puñetero ordenador no me hizo caso y se apagó, en cambio de reiniciarse, porque en lo de reiniciarse está la solución, reiniciarse para volver a empezar.

Reiniciarse es como reciclarse, solo que se empieza desde el punto inicial, desde el principio o desde el punto cero. Y a mi me gusta empezar las cosas desde el inicio o desde que comenzó mi historia, es decir, desde donde alcanza mi memoria. Yo no ando muy mal de memoria, me acuerdo de cosas sueltas y de momentos, supongo que será una memoria selectiva pues mi infancia funcionó a momentos, momentos buenos y malos y en cambio los muy malos, casi todos están borrados, queda algún vestigio, algún hilo suelto, algún mal rollo mal digerido. Mi infancia es como una batalla ganada, te acuerdas de que la ganaste, pero no te acuerdas de todos los muertos y heridos o te acuerdas muy poco.

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JULIO CORTÁZAR