EL EXPEDIENTE...

Hoy está un día muy raro, está espeso y húmedo y hasta el canto de los pájaros parece amortiguado y hay una ligera brisa pero que no llega a convertirse en viento. Total que estamos de quietud casi absoluta y el efecto óptico que quiero describir... es que todo se mueve a cámara lenta. Bueno, pues aquí estamos y estamos en ésta pequeña y coqueta Isla y viviendo y sobreviviendo, aunque yo me pronuncio más por el vivir, porque para sobrevivir ya están las Lagartijas autóctonas, que una garantía demostrativa de que en éste Islote hubo vida hace millones de años, bueno, están las Lagartijas y las tortugas autóctonas y también, las ruinas talaióticas que proliferan por todos lados y que con una que se visite, llega, pero bueno, todo depende de lo que te gusten las ruinas prehistóricas y si te va la onda de visitar 10 ruinas megalíticas, pues que nadie te prive de ese gran placer. Ahora bien, a mi que me dejen ver una y después, venga a disfrutar del maravilloso paisaje y si voy acompañado, pues mejor para el cuerpo.

Ahora me gusta viajar sólo y eso dicen todos los que viajan solos, porque para eso viajan solos y así y de paso, se llenan su puto Ego (como yo hago). El otro día lo pensaba: he viajado dos veces solo (de hacer un viaje de varios días o semanas) y las dos veces fue en los dos años anteriores y si éste Verano decido viajar de nuevo, lo tendré que hacer también solo y no sé muy bien, si es que lo deseo o me viene ya impuesto. No sé que está antes ¿el huevo o la Gallina?. Porque decididamente seamos claros: yo prefiero viajar acompañado, claro que hablo de bien acompañado, porque si es mal acompañado prefiero viajar solo y con mis cuatro cositas: calzoncillos, camisas, pantalones y mi extraordinaria muñeca hinchable, que la llevo a todos lados.

Me acuerdo que la última vez fui a una casa de campo llena de alemanes (fue en la Sierra de Mallorca) y la verdad es que estuve bien y contento, porque el sitio y el lugar eran preciosos y además y en aquél momento, tenía muchas ganas de estar solo y claro, los alemanes hablaban su idioma y yo hablaba el mío y por tanto, no hubo intercambios verbales y no sabéis como lo agradecí, porque con el buenos días y el buenas noches cubrí perfectamente el expediente.

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JULIO CORTÁZAR