
Los días se van convirtiendo
en largas tardes primaverales,
al final de la calle ladra un perro que antes no conocía,
ha pasado la hora de los aplausos (8 de la tarde)
ahora, ya no se aplaude tanto
¡y menos mal!,
yo he cumplido con mi trabajo de médico
y lo hice lo mejor que pude
y para no ser un mentiroso,
os cuento un secreto
los primeros días de aplausos sentaban que te cagas,
pero con una o dos semana llegaba,
incluso sobraba,
claro que entre algún personal que trabaja conmigo
creó adicción
y como si fuera una puta droga dura
iban en busca del aplauso fácil
y cuando tú decías
¡ya está bien!
que estuvo muy bien
pero que hay saber cuando el vaso empieza a rebosar,
entonces, te miraban con cara de haba
y como diciendo... será falso e hipócrita éste tío,
¡menudo falso!
pues lo siento muchachos
ni soy ni lo uno ni lo otro,
soy médico y médico todo terreno,
he currado en todos los frentes,
me dieron satisfacciones por todos lados
y también me regalaron grandes disgustos,
estoy bregado y currado por mis cuatro costados
y tengo callo hasta por dentro de mis entrañas,
y el tema aplausos me pareció muy bien,
pero en ésta vida hay que saber hasta que punto se puede llegar,
porque en realidad... si fuera por mi
ahora mismo aplaudiría a toda esa gente invisible
que ha tenido, que tiene o casi, el mismo riesgo que yo,
yo aplaudiría y hasta la locura
a esos empleados de supermercados,
a las auxiliares de farmacias,
y a las señoras de la limpieza de los hospitales y similares
y a todas esa personas que nos hacen llegar los alimentos,
pero claro, tanto aplauso no cabe en la misma hora,
pero que todo dios sepa,
que si yo salgo a aplaudir,
mi aplauso será dedicado a todas éstas personas...
¡yo ya tuve mi ración de aplausos!
y lo digo sin demagogias
porque al final...
¿qué podría ganar mintiéndome a mi mismo?
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