Me llama la madrugada y me despierta...
siento que tiene sus alas frías
y veo el muérdago más verde
y más endurecido por los golpes que le dio la noche,
tiene raíz de árbol
y se agarra a los sueños de tal manera
que no sé si sigo vivo
o si sigo dentro de un sueño.
Yo soy todo huesos y un poco de carne,
y tengo un gran trozo de grasa gris que rodea mi cintura,
soy como un péndulo de la nada
que se cuelga de la rama más débil del árbol,
y hace un nido sin vida que se mece en una tarde de invierno,
se asemeja al hueso viejo que será sacrificado
en aras de un hueso nuevo y más pendejo.
Yo soy mi tesoro
y tú eres ese trozo de cielo sin nombre,
que apenas he conocido
y además,
no he podido apagar las velas
que cada día encendías por saber que cosa,
supongo,
que allí seguirán
y como una masa deforme de cera apagada y amontonada.
Por tanto,
hemos quedado en empate,
tú serás, igual a cero
y yo, he vuelto a la superficie
y además, te he conocido de nuevo
y ahora, no eres nadie
y yo tampoco,
es más,
yo soy menos que nadie
y además,
vivo bajo tierra
y a las puertas de un cementerio.

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