Dicen que llueve,
pero no llueve agua,
llueven serpientes de punta
y diminutas piedras de granito
que se cuelan por los intersticios.
Llueven antiguos tesoros perdidos,
diamantes en bruto,
puñales de acero, oro y zafiros,
muñecas hinchables,
algunas hinchadas
otras pinchadas,
y por fin otras destrozadas
y es de suponer, por exceso de uso.
(En mi caso sería al revés, por defecto de uso)
Llueve por dentro de los sentidos,
en cada esquina de tu vida, llueve,
en cada amor maltrecho y malparido,
en cada mentira contada y compartida,
en cada estupidez cometida,
llueve en los dientes, en las encías,
y en el mismo cielo de tu boca.
A veces llueve sobre mojado
y cuando se pone a llover
los adoquines del suelo ya estaban mojados,
y erre que erre
y más lluvia sobre ríos de agua sucia y cristalina...
Al final, siempre pasa
que el agua se busca la vida
y lo único que queda de todo,
es el poso de aquél ayer
que como no te apures,
se lo llevará la próxima riada.

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