La poesía se cuece dentro de mis entrañas,
es embrión durante el invierno
y brota al llegar la primavera.
En verano languidece como una fruta madura y pasada de historia
y se recuece entre espigas de maíz verde amarillentas,
mientras la uva se hace vino
y el vaho de la mañana
se condensa en gotas de lluvia.
Somos lo que somos
y somos septiembre
y parte de octubre,
somos la luz lánguida del otoño
y la tristeza alegre de aquél invierno.
No hay nada por olvidar.
En la primavera siempre tiemblo,
en el verano sudo mucho
y en el otoño me recojo en mi gozo
y en el invierno
me entretengo con el fuego
de mis pensamientos y sentimientos.
Y de verdad os lo digo
¡no paso frío!...

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