Cuando todo era redondo
todo rolaba y se caía.
Ahora que todo es cuadrado y elevado al cubo,
nada se cae
ni siquiera se cae el alma al suelo
cuando se da por vencida.
Ni siquiera caen las tardes
con aquél rigor ingobernable,
primero... la tarde se hacía naranja,
segundo... se pasaba a color rojo cereza
y tercero... se mezclaban el naranja y el rojo
en un tono medio ceniza.
Y sin darnos cuenta
asomaba la mano negra de la noche
con su telón de oscura boca negra.

No hay comentarios:
Publicar un comentario