POPULISMOS Y DEMÁS...



Por un día me voy a olvidar del puto virus.

Como decía el Boris Jonhson a sus súbditos tan fríos y aterciopelados,

olvidémonos de la existencia del virus

(no existe y punto)

salgamos a los parques, calles y plazas,

no cortaros de salir y de retozar al sol que más calienta

hermanos...disfrutemos de lo que tenemos,

porque somos británicos y somos un pueblo poderoso y aguerrido

y hemos sido imperio imperial

y algo de eso siempre se nos queda

dentro de nuestra sangre de horchata.


Así fue

y hasta que un puto virus se le coló en el pecho

y entonces,

el Boris se puso de color céreo tipo vela de cementerio

y casi se le apaga del todo la mecha que le mueve el flequillo,

pero como les pasa a todos los populistas baratos,

que van y siempre tienen la suerte de cara

y el puto virus acabó perdonándole la vida,

se paseó por sus pulmones,

anidó en sus alveolos y salones,

hasta que el virus se acabó dando cuenta

que no podría anidar dentro de un cerebro tan primario

y es que el Boris, como el Putin de los cojones

o como el Trump o el Bolsonaro o el Maduro

o el de México o el de Jamaica o el de las islas Fiji,

todos tienen un común que les puede el populismo de garrafón.


Tienen sangre de horchata

y piel de encantadores de serpientes,

mudan la piel y las palabras,

las cambian y con ellas hacen himnos patrios

y ponen una bandera delante llena de sangre que no se ve,

pero que allí está y mojando el trapo,

y gritan enfervorecidos,

al unísono y con el estruendo de un trueno

¡todos por la patria!.


Yo en mi pequeño pueblo, en el que ahora habito y mal vivo

he probado esa fórmula,

me hice populista de pura cepa,

y dentro de mi cabeza

arreglé y engalané las calles con flores de plastificadas

(tan falsas como lo soy yo),

construí edificios horribles y monstruosos,

hice inmensos campos de fútbol donde todo era cemento y hormigón,

tracé grandes avenidas con palmeras de cartón piedra,

puse luces led a colores a quién se había quedado a oscuras

y arranqué árboles y puse ladrillos simulando pinos

que olían a coliflor...


Y triunfé

y claro que triunfé

después y más tarde,

di discursos a las multitudes en la plaza del pueblo,

me aplaudieron como posesos endemoniados

y por último, me acabaron votando.


Ahora soy y fui el alcalde más populista de éste pueblo,

ahora prometo y no cumplo lo prometido

y si alguien me lo reclama,

entonces digo que,

que todo es culpa del gobierno

y asunto arreglado.

La culpa siempre es y será de los demás.

Un populista nunca tiene la culpa y ese es su lema.

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JULIO CORTÁZAR