Hay plantas que te deforman el alma
hasta hacerla de cristal.
Primero, te sacuden como una alfombra mágica.
Segundo, te muestran su encanto visual y ritual.
Tercero, te inundan de olfatos olvidados y siempre
se cuela uno de sorpresa.
Y cuarto, se muestran tan suaves y tiernas
que te entras ganas de comerlas en vivo y en crudo.
En fin, hay plantas que son para alucinar.

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