No puedo recordar lo que ayer ocurrió.
Ayer... antes de hoy.
Ayer... antes de ésta pandemia que nos tiene locos.
Ayer... cuando salía el sol de otra manera
y cuando podía acariciar la verde y húmeda hierba,
o eso quiero suponer,
que me gustaría acariciar toda la belleza de la naturaleza
pues soy dado a la curiosidad
y me gusta ver lo que hay debajo de las alfombras
y detrás de las cortinas
y antes de decidirme por el sí o por el no.
La curiosidad crece en mis venas,
como he crecido yo hacia mi interior
pues siempre me pregunté el porqué, el como y el cuando,
y he llegado hasta aquí
porque entre otras cosas
nadie pudo resolver mis dudas.
He dado, he compartido,
he soñado dormido
y he soñado despierto y hasta sin dormir.
He querido como un dolor de muelas
me han querido con la misma intensidad,
he virado a estribor y a babor,
a veces me he escorado como un barco varado en la arena,
otras veces,
he sido un submarino de mierda en las cloacas
y quién diga...
que siempre ha vivido en el lado positivo de la vida,
me temo
¡que está mintiendo!.
No hay luna sin sol,
No hay lluvia sin sequía,
No hay noches sin día,
No hay recuerdos del ayer
y menos, sin aquél precioso atardecer.
De ayer me queda el querer,
o me queda esa forma tan extraña
que cuando miro a la luna,
se me erizan los pelos y se me abre las venas,
y supongo que sin saberlo...
será otra forma de recordar en silencio.

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