A veces,
disparo y no miro a quién
y tampoco me importa.
Otras veces me encojo tanto
que después y por mucho que busque
no acabo por encontrarme.
Hay días
en que salgo nublado
y aturdido como una mañana de resaca.
Hay otros en que me siento antojo
y el ombligo me crece
y como si fuera el periscopio de un submarino.
Hay tardes, como la de hoy,
donde el sol es de caldera
y el sopor es un chute de opio.

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