Me acuerdo que en mi infancia, adolescencia y juventud, de una manera u otra, siempre tenía que vivir al borde. Lo mío era lo extremo pero sin romper del todo el cordón umbilical que me unía al mundo. Lo mío era rabia incontinente manifestada en forma de largos y sonoros aullidos en las noches de luna llena (por describirme de una forma mágica y bucólica). De base, era buen chaval y nunca pude ni podré quejarme de mi esencia como ser humano. Por dentro estaba bien hecho (aunque siempre se puede ser mejor persona), pero por dentro era un leal compañero, un mejor amigo y un ser solidario y hasta los nudillos. Había nacido solidario y a medida que fui creciendo fui sintiendo el pulso y los latidos de la solidaridad.
También había nacido utópico o idealista y me encantaba las causas perdidas y las almas sufridas (que no sufrientes). Yo no fijaba en los más ricos y pudientes de la sociedad y tal y como mi madre quería, yo me fijaba en las anti sistema de aquellos tiempos, en los muertos de hambre y en los ricos de espíritu y con hambre de letras. La palabra "libertad" me piraba y el ser y sentirme libre. Claro que en aquellos tiempos de fascismo galopante e institucionalizado bajo el poder de un gobierno franquista, era pensar en esas palabras y era declararte como anti fascista. Y después, vinieron luchas y más luchas y manifestaciones de todo tipo y asambleas y detenciones.
No me quejo de lo que he hecho y en tal caso lo puedo declarar como mejorable, pero si sumo, resto, divido y multiplico, el resultado final es que no puedo quejarme de lo hecho. Asumo lo mío y en eso entran mis grandes fallos, que por supuesto los he tenido y si alguien de esas persona a las que le hice daño me está leyendo, sólo le pido que acepte mis humildes disculpas. No sé, de vez en cuando me sentía perdido y confuso y al final, me entraba el pánico y me convertía en un absoluto imbécil o para decirlo más claramente, me convertía en un ser nauseabundo.

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