OTROS RECUERDOS

 

Me acuerdo cuando me iba de los sitios, bares y pubs y porque no me gustaba su música y conmigo siempre arrastraba a los cuatro o diez amigos y amigas que de aquellas me rodeaban o que me aguantaban como mejor podían. Yo era el que decía si en éste sitio la música está bien o por lo menos si la pueden aguantar mis delicados y selectos oídos. De aquellos amigos no queda nada más que el polvo de aquellos extraños días y noches, quedan recuerdos en medio de confusas noches.

Y de aquellas madrugadas ¿para qué contaros?.

El sol salía más o menos por el mismo sitio. La luz de la mañana cegaba aún más mis ojos de borracho y así y puesto hasta las cejas de todo y demás, te metías en el último garito que la noche te ofrecía con sus manos de cutrerío  (así es la noche más profunda, demasiado cutre y tétrica).

Y ya dentro del chiringuito aquello era bochornoso y penoso.

Sin darte cuenta, te habías convertido en un bicho todo borracho dando tumbos y tropezones y sobre todo, dando mucha pena. Pero tú seguías adelante y pensando que nadie se daba cuenta de tu lamentable estado. Al final y lógicamente, nadie te hacía caso y te miraban como si fueras una puta cucaracha (qué lo eras). Y señores ésta es la última canción se escuchaba por los altavoces y entonces es cuando te volvías a dar cuenta, de que la vida puede ser un campo de minas, pero puestas por ti y con plena conciencia de que eres una verdadera mierda.

La vida al día siguiente no era vida ni era nada. Era un puto arrepentimiento por tanto acúmulo culpabilidades y por tanta falta de dignidad.

La vida al día siguiente era un trágame tierra y poco más. Todo el santo día tirado en la cama y con una jaqueca de mil pares de cojones y un remordimiento que me recordaba como las pirañas me comían por mis adentros.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

JULIO CORTÁZAR