Nací dislocado
dislocado de sentimientos.
Me hicieron amar una patria que jamás pude amar.
Intentaron hacerme competitivo, desleal y mal compañero.
Me salí por la tangente y por la puerta de atrás.
Declaré la guerra a tumba abierta contra la mediocridad.
Me dieron palabras como armas
y no entendían que yo solo quería paz.
Me dijeron esto se hace así
y de esta manera se hace lo de allá.
Me dictaron normas, leyes, reglas,
números y largos protocolos
y como no surtió efecto
se pusieron a hablar
de cárceles y castigos ejemplares
y me volvieron a amenazar
con lo mal que lo iba a pasar.
Me hicieron juicios sumarísimos
y en todos salí condenado.
Ahora...
me estoy recuperando de mis heridas
y hago recuento de mis frustraciones y desilusiones.
Y he concluido
que al final del todo,
siempre queda y como último recurso
¡el poder de la memoria!.

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